Historia del VIH
- Sonia Andrea Acuña Ruíz
- 25 ago 2016
- 6 Min. de lectura

La pandemia de infección del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un problema de interés en Salud Pública a nivel mundial, que ya ha cobrado más de 3 millones de vidas. Desde finales del siglo XX, cuando se reportaron los primeros casos, ha sido vital determinar el curso de la enfermedad y erradicarla, tanto así que para el año 2000 se planteó dentro de los objetivos de desarrollo del milenio (ODM), el control de esta y otras enfermedades debido al número de casos reportados y la aparición constante de los mismos1.
Se cree que el VIH/SIDA se originó en África, donde monos y simios albergan un virus similar al llamado VIS (virus de inmunodeficiencia en simios). Los científicos consideran que la enfermedad llegó inicialmente a los seres humanos a través de chimpancés salvajes que viven en África central, pero sigue siendo una incógnita cómo pudo la enfermedad cruzar la barrera de las especies. La teoría más extendida es la de que se contrajo a partir de personas que cazaron o comieron chimpancés infectados. Los investigadores sitúan el origen del virus en humanos alrededor de 1930 basándose en cálculos científicos sobre el tiempo que tardarían las distintas cepas del VIH en evolucionar2.
Hacia finales de los 60’s y durante el año 1970, se posiciona la aparición de los primeros rasgos de esta enfermedad, empezaron a detectarse casos esporádicos todos ellos con un denominador común: infección por Candida albicans en la boca y el esófago, acompañada de erupciones cutáneas en distintas partes del cuerpo que correspondían a una forma agresiva de sarcoma de Kaposi, neumonía por Pneumocystis carinnii y en algunos casos, daños neurológicos y una supresión del sistema inmunitario inexplicable. Estos casos aparecieron en lugares tan distantes como Portugal, Haití, Francia y Estados Unidos, pero no se tuvieron en cuenta1.
Si bien la aparición de la enfermedad ya mostraba signos significativos hacia inicios de los 70’s, no fue hasta el 5 de junio de 1981, cuando se habló por primera vez, y de forma oficial de ella, cuando Gottieb, Siegal y Masur, de la Facultad de Medicina de la Universidad de California, publicaron en el reporte semanal de morbilidad y mortalidad del Centro para el Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta, el informe de 5 casos de jóvenes homosexuales estudiados en 3 hospitales diferentes de Los Ángeles, que presentaban neumonía por Pneumocystis carinnii. El sistema inmunológico de estos jóvenes estaba debilitado o casi desaparecido y no había ninguna razón que lo justificara. No se frecuentaban entre ellos, no tenían amigos comunes y no tenían conocimiento de enfermedades similares entre sus compañeros sexuales. Los autores del trabajo asociaron estas manifestaciones con una modificación celular adquirida no descrita hasta el momento y lo sustentaron al determinar una vital ausencia de la población de linfocitos T cooperadores/inductores (linfocitos TCD4)1.
Una recopilación de los casos diagnosticados desde 1978 a julio de 1981 por el doctor Spira, en varones homosexuales de California y Nueva York, reveló la cifra de 15 casos de neumonía por Pneumocystis carinnii y 26 casos de sarcoma de Kaposi. Algunos pacientes presentaban linfadenopatía generalizada precediendo el desarrollo de estas manifestaciones infecciosas. Otras enfermedades comenzaron a aparecer de forma inexplicable: linfadenopatía crónica y linfoma no hodkiniano indiferenciado y difuso, todos los casos descritos presentaban una característica común: un importante deterioro del sistema inmunitario. Este hecho alarmó a los médicos e investigadores debido a que los afectados estaban aparentemente sanos y sin ninguna enfermedad de base. A partir de estas primeras referencias, en los Estados Unidos se comenzaron a reportar, con una frecuencia cada vez mayor, casos de similar naturaleza. A partir de ese momento se implanta un sistema de vigilancia en los Estados Unidos para la detección de nuevos casos y en septiembre de 1982 se establece por el Centro de Control de Enfermedades los criterios diagnósticos y la definición de la enfermedad, pues existía el convencimiento de que se trataba de una nueva enfermedad1.
El hecho de que hubieran sido hombres homosexuales los primeros casos reportados de la enfermedad en los Estados Unidos, a pesar de que ya se habían identificado casos entre mujeres, niños y la población heterosexual, llevó a pensar que el estilo de vida homosexual se relacionaba directamente con la enfermedad. Es por eso que la primera denominación que se le da a esta es “Cáncer Gay”, o “síndrome Gay”; también se le llamó “Peste Rosa”, “Peste Gay”, posteriormente la rebautizaron inmunodeficiencia relacionada a homosexuales (GRID “gay-related inmune deficiency”)1.
Esto fue desechado al observarse un aumento en el número de casos entre otros grupos poblacionales. Aparecieron enfermos que habían recibido transfusiones de sangre y hemoderivados, sin que ninguno de ellos fuera homosexual y en personas que compartían agujas hipodérmicas para inyectarse droga. Se diagnosticaron 51 casos entre ciudadanos de origen haitiano que no eran homosexuales, ni drogadictos y que tampoco recibieron transfusiones de sangre. Por tales motivos se le comenzó a llamar la enfermedad de las cuatro H: homosexuales, hemofílicos, heroinómanos y haitianos. Pronto se llegó a comprobar que se trataba de un contagio fortuito y que la enfermedad no entendía de razas ni nacionalidades; sin embargo, se observó que el síndrome era común a distintos grupos: drogadictos endovenosos del sexo masculino y femenino; hemofílicos y quienes habían recibido transfusiones y/o productos derivados de la sangre; mujeres cuyas parejas sexuales eran hombres bisexuales y niños nacidos de madres enfermas o con historia de drogadicción endovenosa1.
El 24 de septiembre de 1982, durante un encuentro de la Food and Drug Administration (FDA) sobre productos de sangre, Bruce Voeller, ex director de la National Gay Task Force, propuso llamar a la nueva enfermedad: síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA)1.
El SIDA encontró en la promiscuidad sexual el ambiente favorable para propagarse. Coincidió con la revolución sexual que se vio en la sociedad norteamericana, quizás influida por el desmoronamiento de los valores familiares tradicionales, el desencanto de la guerra de Viet-Nam, la desdramatización de las enfermedades de transmisión sexual gracias al descubrimiento de la penicilina y a la utilización masiva de anticonceptivos. Pero probablemente fue el Movimiento de Liberación Gay el episodio que más facilitó la transmisión, no solo de esta enfermedad, sino de otras de transmisión sexual. Conjuntamente con esto, pueden haber sido causales de la expansión del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) por el mundo, la accesibilidad a las transfusiones de sangre y la distribución de hemoderivados, la práctica de compartir agujas y jeringuillas en usuarios de drogas endovenosas y los movimientos poblacionales1, 2.
Desde que apareció la enfermedad han surgido varias teorías de cuándo, cómo, dónde y por qué se originó. Algunas de ellas sin ningún tipo de basamento científico y otras que pueden llegar a considerarse seriamente. Se relacionó su origen con la exposición a numerosos antígenos humanos, con sustancias vasodilatadoras o con una hipotética transmisión de un hongo o bacteria capaz de segregar una sustancia que deprimiera la inmunidad1.
La mayoría de las personas consideraron al SIDA como un castigo de Dios por el pecado de la homosexualidad. Nada logró explicar por qué las lesbianas no constituían un grupo de riesgo1.
Adquirió fama pasajera como posible agente causal el nitrito de anilo, que posee acción inmunosupresora y se utilizaba con el fin de activar el proceso sexual. Al demostrarse que el SIDA se presentaba también en personas que no usaban esta sustancia, se eliminó a los nitritos como agentes causales1.
El SIDA se desencadena a partir de un virus que se transmite mediante el contacto directo con fluidos corporales infectados. El virus provoca una inmunodeficiencia en el organismo al atacar a un tipo de glóbulos blancos que son los que ayudan a combatir las infecciones. Dado que generalmente quien contrae SIDA padece varias enfermedades a la vez, y no una sola, al hablar del SIDA decimos que es un síndrome. El virus se denomina VIH (virus de inmunodeficiencia humana)2.
El sexo sin protección es la principal vía de contagio del VIH, que ataca a los Linfocitos T cooperadores/inductores (CD4+). Una vez dentro del organismo, el virus se reproduce con rapidez y finalmente son miles de millones de copias virales las que invaden el cuerpo. El sistema inmunológico entonces se debilita y el cuerpo y el virus libran una encarnizada batalla. Durante la batalla miles de millones de células T CD4+ pueden llegar a destruirse en un sólo día. Al reducirse el número de células defensoras, el sistema inmunológico empieza a fallar y hacen su aparición infecciones oportunistas como la tuberculosis2.
Referencias:
[if !supportLists]1. [endif]MIRANDA, O., NÁPOLES, M. Revista Cubana de Medicina Militar. Historia y teorías de la aparición del virus de la inmunodeficiencia humana, Vol. 30, Ed. 3. 2009: pp. 63-72.
[if !supportLists]2. [endif]NATIONAL GEOGRAPHIC, Ciencia, Salud y Cuerpo Humano, SIDA. Recuperado el 19 de Agosto del 2016 en <http://nationalgeographic.es/ciencia/salud-y-cuerpo-humano/sida>
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